Letra de El Gaucho - Orlando Vera Cruz
Letra de canci�n de El Gaucho de Orlando Vera Cruz lyrics
Al gaucho debemos disculpa y agradecimiento.
Agradecimiento por la patria que nos dio, por el suelo que pisamos, por el aire que respiramos, por el s�mbolo que es divisa y pabell�n, por el himno de la triple libertad cantada por voces argentinas; gracias por su desinteresado sacrificio, porque sus huesos y los del caballito criollo, dispersos est�n en tierras que redimi�.
La mesnada gloriosa, acaudillada por el grande, cay� desde la cumbre andina como un torrente; nada la deten�a porque cerrado el pu�o donde se desbordaba la sementera libertaria, a cada golpe de su corvo, brillaba una estrella para enriquecer nuestra historia.
Le debemos disculpa porque el gaucho no cay� por el progreso, ni por el alambrado, ni por el hombre rubio que vino tras �l, no. El gaucho cay� desde el mismo momento de nuestra ingratitud, sumada al denuesto y la negaci�n. Lo ignoramos y lo olvidamos, que son maneras de consumar infamias. All� est� en Mart�n Fierro como alegato y demostraci�n. A la manera de los gamonales, ten�a el recato pudoroso de su valor y generosidad, que desbordados de su continente, enriquec�an al beneficiario.
Su caballo, de su mismo origen bereber y �rabe, ten�a predilecci�n especial por el centauro. El caballo sabe la carga que lleva, y le molestan los cobardes. Cuando el gaucho ca�a enhorquetado en su corcel compa�ero, �ste demostraba su alegr�a bebiendo los vientos, afiebrando la pupila, ensanchando su pecho para la embestida corajuda.
Naci� de la lujuria desatada del conquistador, y hered� su valent�a. La matriz india ignoraba el engendro del gigante, y de la aleaci�n salvaje, sali� hirviendo el prototipo vivo de la raza, orgulloso de su china, de su tierra, de su flete y su guitarra. No debe mirarse una cordillera lupa en mano, para regocijarse como pigmeo que encontr� una grieta en la p�trea contextura del mamut.
Su guitarra, que acariciaba con la mano tendida al decir de Schianca, porque el dolor de la tarea rural se lo exig�a, sin floreos ni maestr�as, era su compa�era en soledad.
Hijo del dolor, creado para la distancia, vino para cumplir su misi�n: darnos la patria. Por eso, como dice Lugones, una tarde que ven�a parpadeando como el ala de la torcaz, ensill� su caballo, estrib� y sali� al tranco sin volver la cabeza, para que no se dijera que se fue de miedo. Habl� como argentino, y ahora callo como en la inscripci�n de trascoro catedralicio.
Agradecimiento por la patria que nos dio, por el suelo que pisamos, por el aire que respiramos, por el s�mbolo que es divisa y pabell�n, por el himno de la triple libertad cantada por voces argentinas; gracias por su desinteresado sacrificio, porque sus huesos y los del caballito criollo, dispersos est�n en tierras que redimi�.
La mesnada gloriosa, acaudillada por el grande, cay� desde la cumbre andina como un torrente; nada la deten�a porque cerrado el pu�o donde se desbordaba la sementera libertaria, a cada golpe de su corvo, brillaba una estrella para enriquecer nuestra historia.
Le debemos disculpa porque el gaucho no cay� por el progreso, ni por el alambrado, ni por el hombre rubio que vino tras �l, no. El gaucho cay� desde el mismo momento de nuestra ingratitud, sumada al denuesto y la negaci�n. Lo ignoramos y lo olvidamos, que son maneras de consumar infamias. All� est� en Mart�n Fierro como alegato y demostraci�n. A la manera de los gamonales, ten�a el recato pudoroso de su valor y generosidad, que desbordados de su continente, enriquec�an al beneficiario.
Su caballo, de su mismo origen bereber y �rabe, ten�a predilecci�n especial por el centauro. El caballo sabe la carga que lleva, y le molestan los cobardes. Cuando el gaucho ca�a enhorquetado en su corcel compa�ero, �ste demostraba su alegr�a bebiendo los vientos, afiebrando la pupila, ensanchando su pecho para la embestida corajuda.
Naci� de la lujuria desatada del conquistador, y hered� su valent�a. La matriz india ignoraba el engendro del gigante, y de la aleaci�n salvaje, sali� hirviendo el prototipo vivo de la raza, orgulloso de su china, de su tierra, de su flete y su guitarra. No debe mirarse una cordillera lupa en mano, para regocijarse como pigmeo que encontr� una grieta en la p�trea contextura del mamut.
Su guitarra, que acariciaba con la mano tendida al decir de Schianca, porque el dolor de la tarea rural se lo exig�a, sin floreos ni maestr�as, era su compa�era en soledad.
Hijo del dolor, creado para la distancia, vino para cumplir su misi�n: darnos la patria. Por eso, como dice Lugones, una tarde que ven�a parpadeando como el ala de la torcaz, ensill� su caballo, estrib� y sali� al tranco sin volver la cabeza, para que no se dijera que se fue de miedo. Habl� como argentino, y ahora callo como en la inscripci�n de trascoro catedralicio.