Letra de Poema - Labordeta
Letra de canci�n de Poema de Labordeta lyrics
Te escribo, Juan,
hermano,
ahora que la lluvia
recorta suavemente
los ruidos en la calle
para hablarte de que ayer
all� arriba,
en el pueblo vac�o
del lento somontano
enterramos la abuela
en aquel cementerio
cubierto de yerbajos,
arbustos
y l�pidas deshechas
por el tiempo,
las nieves
y el olvido.
Mientras ella yac�a
en la alcoba tan grande
donde t� y yo
jug�bamos de ni�os,
estuvimos la noche
recordando los tiempos,
los paisajes pasados,
las gentes que se fueron,
las tardes de domingo en la fuente,
que ahora
ya no mana aquella agua
que ven�a del fr�o.
Tantos trozos de vida recordamos
https://www.coveralia.com/letras/poema-labordeta.php
que el alba nos asalt� de golpe,
y el abuelo,
que apenas dijo nada de nadie
entre la noche,
murmur� suavemente:
Habr� que descenderla
y dejarla en la tierra
con los suyos.
La dejamos quieta
all�, bajo la yerba,
las nubes pasajeras,
los cierzos agoreros
y los riscos.
Luego, cuando salimos
ya no quedaba nadie
en el contorno.
Y aqu�,
en la ciudad de nuevo,
el abuelo,
viendo caer el agua
tras de los vidrios
ha murmurado lento,
con sonrojo:
hoy seguro que llueve
tambi�n
sobre la abuela,
all� arriba,
en el pueblo.
hermano,
ahora que la lluvia
recorta suavemente
los ruidos en la calle
para hablarte de que ayer
all� arriba,
en el pueblo vac�o
del lento somontano
enterramos la abuela
en aquel cementerio
cubierto de yerbajos,
arbustos
y l�pidas deshechas
por el tiempo,
las nieves
y el olvido.
Mientras ella yac�a
en la alcoba tan grande
donde t� y yo
jug�bamos de ni�os,
estuvimos la noche
recordando los tiempos,
los paisajes pasados,
las gentes que se fueron,
las tardes de domingo en la fuente,
que ahora
ya no mana aquella agua
que ven�a del fr�o.
Tantos trozos de vida recordamos
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que el alba nos asalt� de golpe,
y el abuelo,
que apenas dijo nada de nadie
entre la noche,
murmur� suavemente:
Habr� que descenderla
y dejarla en la tierra
con los suyos.
La dejamos quieta
all�, bajo la yerba,
las nubes pasajeras,
los cierzos agoreros
y los riscos.
Luego, cuando salimos
ya no quedaba nadie
en el contorno.
Y aqu�,
en la ciudad de nuevo,
el abuelo,
viendo caer el agua
tras de los vidrios
ha murmurado lento,
con sonrojo:
hoy seguro que llueve
tambi�n
sobre la abuela,
all� arriba,
en el pueblo.